Cuando vivimos según la Regla de Oro, ponemos en práctica “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Pero el amor propio se aprende en los primeros 5 a 8 años de vida. Si durante este tiempo experimentamos eventos o relaciones que nos hacen sentir inseguros al mantener el corazón abierto, nos desconectamos de la fuente de amor dentro de nosotros. Nacemos irradiando luz divina, con una inmensa capacidad de amar, pero cuando mantener el corazón abierto se vuelve demasiado doloroso, lo encerramos detrás de un muro protector.

Con pocas excepciones, quienes cometen actos dañinos crecieron en un entorno de miedo, represión y obediencia—uno que no les enseñó el amor propio. Tal vez alguien los amó, pero nunca se sintieron amados. Y aquí hay algo importante que entender:

LA FALTA DE ATENCIÓN Y AFECTO PUEDE SER TAN DAÑINA PARA NUESTRA AUTOESTIMA Y AMOR PROPIO COMO EL ABUSO FÍSICO O SEXUAL.

Las personas que han pasado por traumas a menudo se convierten en adultos que causan daño, especialmente cuando asumen posiciones de poder. En cierto modo, le devuelven al mundo lo que recibieron, sin siquiera darse cuenta.

Esta “venganza” inconsciente no les genera sentimientos porque su capacidad de preocuparse por el dolor ajeno está apagada. Su empatía y sensibilidad hacia el sufrimiento de los demás han sido bloqueadas, dejándolos emocionalmente insensibles. Tampoco sienten culpa; está enterrada detrás de ese mismo muro protector.

Las llamadas "personas malas" actúan como lo hacen porque han perdido el contacto con quienes realmente son. No pueden amar a los demás, ni seguir ‘La Regla de Oro’, porque no saben cómo amarse a sí mismos. ¿Y por qué? Porque nunca nadie les mostró lo que se siente ser verdaderamente amado.

La mayoría de nosotros, incluso con padres o maestros cariñosos, terminamos con una autoestima lesionada. Hemos reemplazado nuestro verdadero yo con una versión de nosotros que se adapta a lo que los demás esperan, es decir, con un falso yo o "personalidad". Sanar al niño interior nos ayuda a soltar la máscara de nuestra personalidad y a expresar quiénes somos en esencia. Entonces, seguir ‘La Regla de Oro’ se vuelve algo natural.

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