Manejo del Estrés - Parte 1
EL ESTRÉS ESTÁ PROGRAMADO EN LA TEMPRANA INFIANCIA
LA TEORIA
Las diferentes situaciones y circunstancias que, en conjunto, nos hacen sufrir de estrés las llamamos fuentes de presión o stressores. Los mismos se encuentran en todas partes: en las relaciones de pareja, en la familia, en la calle, en el trabajo y hasta en la mente de las personas, es decir, tanto en el ambiente externo del individuo como en su interior. Todas tienen el mismo efecto: activan la denominada reacción biológica básica de estrés.
Lo que los científicos llaman la reacción biológica básica de estrés forma parte de nuestro instinto de nuestro instinto de supervivencia y su función es ayudarnos a sobrevivir a cualquier peligro que amenace nuestra vida. Ante un caso de vida o muerte es absolutamente necesario estresarse, porque si no, podríamos morir. Para sobrevivir en este tipo de situaciones tenemos dos opciones: pelear contra la amenaza o huir de ella. Tanto la pelea como la huida requieren la movilización de los grandes músculos de nuestras extremidades y para darle a las piernas y a los brazos la fuerza adicional que necesitan, el cerebro, al percibir la amenaza, envía el mensaje de peligro a las glándulas suprarrenales, que comienzan a segregar mayores cantidades de hormonas de estrés: adrenalina, noradrenalina y cortisol. Al elevarse el nivel de estas hormonas en la sangre, el cuerpo automáticamente efectúa todos los cambios necesarios para proporcionarle más fuerza a los músculos de las extremidades y posibilitar la pelea o la huida: sube la tensión arterial, aumenta la frecuencia cardíaca, oxigena la sangre, sube la glicemia, entre otros. Sin estas reacciones, ninguno de nosotros estuviéramos aquí; estuviéramos extintos como especie hace mucho tiempo.
ESTRES POSITIVO Y NEGATIVO
La adrenalina es, entonces, algo positivo. Y la seguimos necesitando, aunque hoy en día no sea para sobrevivir a peligros de vida o muerte, sino para proporcionarnos la energía, la motivación y el entusiasmo que hacen falta para lograr muchas cosas en la vida. Cuando el estrés es utilizado para enfrentar retos y alcanzar metas, se llama estrés positivo; bueno, bajo una condición: que no dure demasiado tiempo. Nuestro cuerpo es construido para manejar y aguantar la reacción del estrés de manera intermitente, es decir, en intervalos cortos. Si la reacción sigue activa por mucho tiempo, pasa lo mismo que cuando dejamos el carro con las luces prendidas: se descarga la batería, es decir, nos agotamos y nos enfermamos.
Según la Ley del Equilibrio, cualquier cosa llevada a su extremo de exceso o de carencia crea malestar. Lo mismo pasa con el estrés: en una dosis adecuada es positivo, pero se vuelve muy negativo cuando es exagerado. El estrés negativo es entonces nada más que una «sobredosis» de estrés positivo (también puede ocurrir por total falta de presión, aunque no es tan frecuente).
LAS DIFICULTADES PARA MANEJAR EL ESTRÉS
El principio básico del manejo de estrés es, en teoría, muy sencillo: saber desactivar la reacción de adrenalina cuando no la necesitamos. Esto se hace con ejercicio físico, técnicas de relajación, momentos de recreación y una vida más o menos equilibrada. Muy sencillo, ¿verdad?
La gran dificultad que tenemos es que casi nunca nos relajamos, a menudo sacrificamos las oportunidades de recreación por el trabajo y en nuestro estilo de vida predominan la falta de descanso, la falta de ejercicio físico, la alimentación poco balanceada, un exceso de dedicación a lo material e intelectual y una carencia de satisfacción emocional y espiritual. Vivimos como si permanentemente estuviéramos peleando con alguna amenaza o huyendo de algún peligro, lo que mantiene el instinto de supervivencia activado a tiempo completo. Esto es lo que nos hace daño.
¿Por qué vivimos y trabajamos como si la vida misma representase una amenaza?
LA INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
Lo que es importante entender es que no son las situaciones en sí las que nos causan estrés, sino nuestra manera de percibirlas. Eso quiere decir que no son las personas o las circunstancias las que nos estresan, sino que nosotros nos dejamos estresar por ellas.
UNA FUENTE DE PRESIÓN NO SE CONVIERTE EN UNA FUENTE DE ESTRÉS A MENOS QUE SEA PERCIBIDA COMO UNA AMENAZA.
El hecho de que nos sentimos estresado casi todo el tiempo significa que por alguna razón nos sentimos amenazados permanentemente. Cualquier cosa nos hace movilizar innecesariamente el sistema cardiovascular, respiratorio, nervioso y muscular. Es como si todo el tiempo estuviéramos luchando contra un tigre feroz o huyendo de algún otro peligro de vida o muerte. Y si esto no es la realidad, ¿por qué ypara qué nos dejamos estresar tan a menudo? Si en la mayoría de las situacionescotidianas de presión no hace falta salvar la vida, ¿por qué nuestro cuerpo a cadarato se moviliza para hacerlo?
La respuesta es sencilla: porque estamos permanentemente malinterpretando la realidad. Estamos percibiendo amenazas que no existen. Pero no lo estamos haciendo a propósito, ya que no lo hacemos de manera consciente. Son percepciones inconscientes y nuestro cerebro reptil, al recibir la advertencia de peligro, activa el instinto inmediatamente, sin preguntar si la amenaza es real o no.
La pregunta que nos falta responder es entonces: ¿por qué percibimos amenazas inexistentes? La respuesta es: porque somos «víctimas» de las denominadas reacciones condicionadas. Estamos programados para dejarnos estresar continuamente.
EL CONDICIONAMIENTO
Las percepciones inconscientes de amenazas inexistentes no son un problema intelectual, sino emocional. Provienen de las experiencias tempranas en la vida. Mientras más grande era la carencia de afecto y más fuertes las exigencias por parte de los adultos en los primeros diez años de nuestra vida, más inseguridad y miedo sentimos ante la vida en general y ante ciertas fuentes de presión en particular. Por ejemplo, si nuestros padres eran afectivamente secos y al mismo tiempo muy exigentes, o si de cualquier otra manera nos aplicaron los métodos de la pedagogía venenosa, como adultos tenemos programada inconscientemente una fuerte necesidad de complacer a cualquier persona, porque, como niños, obtuvimos de esta manera el amor condicional de los adultos. Aprendimos a ganarnos el afecto con obediencia, complacencia y buenos resultados. Ahora, que crecimos, cualquier situación que implique el «peligro» de que alguien pueda molestarse o reclamarnos algo, es decir, cada situación que pueda significar no poder complacer las expectativas de los demás, genera una fuerte reacción de estrés.
EL MIEDO INFANTIL A LA DESAPROBACIÓN SI NO COMPLACEMOS LAS EXPECTATIVAS AJENAS, ALMACENADO EN NUESTRA MEMORIA EMOCIONAL, ES LO QUE A MENUDO ESTÁ DETRÁS DE NUESTRAS PERCEPCIONES EQUIVOCADAS DE AMENAZAS INEXISTENTES.
Esta percepción equivocada de peligro ocurre especialmente ante lo que consideramos autoridades, por ejemplo el jefe en nuestro trabajo. Las culturas organizacionales de «emergencia permanente» o «todo p’ ayer», que predominan en tantas empresas, han sido creadas por individuos socializados con el amor condicional. En muchos casos reforzados por un estilo de liderazgo autocrático y hostil (programado en el hogar y el sistema educativo), esas culturas del miedo simplemente manifiestan colectivamente la inseguridad emocional de cada individuo. El exagerado temor a cometer errores, a ser mal evaluado, a fracasar o a ser despedido es lo que nos hace trabajar con la adrenalina «a millón», aunque no hacen falta tantas hormonas para cumplir con nuestras tareas y lograr las metas.
¿Y cuál es la amenaza? Es la que sentimos cada vez que nuestros padres se enfadaron con nosotros cuando éramos niños. En aquel entonces, la ira o los rechazos de los adultos fueron percibidos como un peligro de vida o muerte, porque cada niño sabe instintivamente que si no recibe un mínimo de reconocimiento, muere, aunque sea bien alimentado. (Y es verdad. Existen casos documentados sobre niños pequeños que han muerto bien alimentados por carencia de afecto.)
La ira de nuestro jefe o la mala evaluación no nos pueden matar. Tampoco hace falta mayor fuerza muscular cuando cometemos un error o cuando hay muchas urgencias en el trabajo. Quien se asusta ante las fuentes de presión no es nuestro adulto racional, sino el niño interior. Mientras no hagamos algo para concientizar y eliminar sus miedos, él seguirá influenciando la manera en que percibimos la realidad y ésta es la razón principal por la que seguimos dejándonos estresar innecesariamente.
Para quien quiere hacer una «limpieza» de su memoria emocional para reducir inseguridades y aumentar la autoestima y así quitar la tendencia de estresarse, existen caminos terapéuticos excelentes. Sin embargo, hay muchas cosas que podamos hacer para manejar mejor nuestro estrés sin pasar por una terapia emocional.
©2020 Jan Moller