Lo que es importante entender es que no son las situaciones en sí las que nos causan estrés, sino nuestra manera de percibirlas. Eso quiere decir que no son las personas o las circunstancias las que nos estresan, sino que nosotros nos dejamos estresar por ellas.
UNA FUENTE DE PRESIÓN NO SE CONVIERTE EN UNA FUENTE DE ESTRÉS A MENOS QUE SEA PERCIBIDA COMO UNA AMENAZA.
El hecho de que nos sentimos estresado casi todo el tiempo significa que por alguna razón nos sentimos amenazados permanentemente. Cualquier cosa nos hace movilizar innecesariamente el sistema cardiovascular, respiratorio, nervioso y muscular. Es como si todo el tiempo estuviéramos luchando contra un tigre feroz o huyendo de algún otro peligro de vida o muerte. Y si esto no es la realidad, ¿por qué ypara qué nos dejamos estresar tan a menudo? Si en la mayoría de las situacionescotidianas de presión no hace falta salvar la vida, ¿por qué nuestro cuerpo a cadarato se moviliza para hacerlo?
La respuesta es sencilla: porque estamos permanentemente malinterpretando la realidad. Estamos percibiendo amenazas que no existen. Pero no lo estamos haciendo a propósito, ya que no lo hacemos de manera consciente. Son percepciones inconscientes y nuestro cerebro reptil, al recibir la advertencia de peligro, activa el instinto inmediatamente, sin preguntar si la amenaza es real o no.
La pregunta que nos falta responder es entonces: ¿por qué percibimos amenazas inexistentes? La respuesta es: porque somos «víctimas» de las denominadas reacciones condicionadas. Estamos programados para dejarnos estresar continuamente.
EL CONDICIONAMIENTO
Las percepciones inconscientes de amenazas inexistentes no son un problema intelectual, sino emocional. Provienen de las experiencias tempranas en la vida. Mientras más grande era la carencia de afecto y más fuertes las exigencias por parte de los adultos en los primeros diez años de nuestra vida, más inseguridad y miedo sentimos ante la vida en general y ante ciertas fuentes de presión en particular. Por ejemplo, si nuestros padres eran afectivamente secos y al mismo tiempo muy exigentes, o si de cualquier otra manera nos aplicaron los métodos de la pedagogía venenosa, como adultos tenemos programada inconscientemente una fuerte necesidad de complacer a cualquier persona, porque, como niños, obtuvimos de esta manera el amor condicional de los adultos. Aprendimos a ganarnos el afecto con obediencia, complacencia y buenos resultados. Ahora, que crecimos, cualquier situación que implique el «peligro» de que alguien pueda molestarse o reclamarnos algo, es decir, cada situación que pueda significar no poder complacer las expectativas de los demás, genera una fuerte reacción de estrés.
EL MIEDO INFANTIL A LA DESAPROBACIÓN SI NO COMPLACEMOS LAS EXPECTATIVAS AJENAS, ALMACENADO EN NUESTRA MEMORIA EMOCIONAL, ES LO QUE A MENUDO ESTÁ DETRÁS DE NUESTRAS PERCEPCIONES EQUIVOCADAS DE AMENAZAS INEXISTENTES.
Esta percepción equivocada de peligro ocurre especialmente ante lo que consideramos autoridades, por ejemplo el jefe en nuestro trabajo. Las culturas organizacionales de «emergencia permanente» o «todo p’ ayer», que predominan en tantas empresas, han sido creadas por individuos socializados con el amor condicional. En muchos casos reforzados por un estilo de liderazgo autocrático y hostil (programado en el hogar y el sistema educativo), esas culturas del miedo simplemente manifiestan colectivamente la inseguridad emocional de cada individuo. El exagerado temor a cometer errores, a ser mal evaluado, a fracasar o a ser despedido es lo que nos hace trabajar con la adrenalina «a millón», aunque no hacen falta tantas hormonas para cumplir con nuestras tareas y lograr las metas.
¿Y cuál es la amenaza? Es la que sentimos cada vez que nuestros padres se enfadaron con nosotros cuando éramos niños. En aquel entonces, la ira o los rechazos de los adultos fueron percibidos como un peligro de vida o muerte, porque cada niño sabe instintivamente que si no recibe un mínimo de reconocimiento, muere, aunque sea bien alimentado. (Y es verdad. Existen casos documentados sobre niños pequeños que han muerto bien alimentados por carencia de afecto.)
La ira de nuestro jefe o la mala evaluación no nos pueden matar. Tampoco hace falta mayor fuerza muscular cuando cometemos un error o cuando hay muchas urgencias en el trabajo. Quien se asusta ante las fuentes de presión no es nuestro adulto racional, sino el niño interior. Mientras no hagamos algo para concientizar y eliminar sus miedos, él seguirá influenciando la manera en que percibimos la realidad y ésta es la razón principal por la que seguimos dejándonos estresar innecesariamente.
Para quien quiere hacer una «limpieza» de su memoria emocional para reducir inseguridades y aumentar la autoestima y así quitar la tendencia de estresarse, existen caminos terapéuticos excelentes. Sin embargo, hay muchas cosas que podamos hacer para manejar mejor nuestro estrés sin pasar por una terapia emocional.
©2020 Jan Moller