MAMITIS Y PAPITIS
Nacemos como seres dependientes a nuestro ambiente psicofísicosocial. Dependemos de otros para nuestra supervivencia. Crecer con vínculos afectivos nutritivos entre los miembros de la familia es una necesidad muy importante para el desarrollo de la autoestima. Sin embargo, entre padres e hijos pueden desarrollarse dependencias destructivas. Por ejemplo, una madre soltera que dice a su hijo de 5 años: “¿tú nunca me vas a dejar como hizo tu papá, ¿verdad?” y le dice: “todo lo que hago lo hago por ti”, y “’qué haría yo sin ti, mi amor?

Ella no es una mala madre, y no tiene malas intenciones con lo que dice a su hijo. Pero sin saberlo, lo está utilizando como “muleta” emocional. Tampoco está consciente de que en la mente de su hijo se está creando la idea errónea de que “la felicidad de mi mama depende de mí, es mi responsabilidad”.

Como adulto, este hombre sufrirá de una dependencia a su madre (“mamitis”) y tendrá problemas para relacionarse con otras mujeres, porque emocionalmente es cónyuge de su madre. Lo mismo puede ocurrir con una hija, que también podrá sufrir de “papitis”. Hay también aquellos hijos que desarrollan “familitis”.

FAMILITIS
Si tienes una pareja con “familitis”, tu hogar es frecuentemente invadido por sus padres, hermanos, cuñados, tíos, primos o sobrinos. A menudo son abusadores, entrando en tu casa sin avisar, vaciando rápidamente tu nevera, sin traer algo para compartir y nunca saben cuál es la hora (o día) decente para retirarse. El problema es que tu pareja nunca les pone límites.